LA DURA DECISIÓN DE ESCOGER NUEVA LECTURA

Escoger un libro para perderse entre sus páginas, sus frases y palabras, las historias que esconde, los personajes que le dan vida… No es igual de sencillo para todo el mundo. Hay quien escoge lo primero que pilla, empieza a leer y, si no le convence, lo desecha como si de un clínex usado se tratara; otros se dejan llevar por las modas y las novedades que más ruido hacen en redes sociales; y luego están quienes estudian de forma pormenorizada cada detalle del libro (portada, sinopsis, aspecto del interior, vida y milagros del autor) para decidir si le dan una oportunidad.
Por supuesto, esto solo son tres ejemplos de tipos de lectores, tres extremos, pero existen mil variantes que abarcan (o no) diferentes grados de cada uno de ellos.
Si tuviera que decir que tipo de lector soy según mi forma de escoger mis lecturas, diría que me acerco más al tercer tipo. No soy de los que juzgan los libros por su portada (aunque reconozco que alguna me puede echar para atrás, ni la más maravillosa ilustración de cubierta me convencerá de leer un libro), pero la sinopsis es otra cosa: es lo que me da una ligera visión de qué tipo de historia voy a encontrar en el interior. Si lo que cuenta la sinopsis me parece aburrido, tengo la sensación de que la historia completa también lo va a ser; en cambio, si me engancha, puede que lo que tenga entre las manos se salte toda la cola de pendientes que me miran desde la estantería con cara de odio.
Ese suele ser el detalle que me hace decantarme por un libro u otro. Hay ocasiones en las que, si bien la sinopsis sí me llama la atención, no logra generar en mí el entusiasmo necesario para adentrarme entre sus páginas. Entonces acabo diciendo «para otra ocasión»; ocasión que puede llegar un mes más tarde, cinco años después o nunca.
El problema llega cuando revisas la estantería y no encuentras ningún libro que te haga tilín, cuando repasas una y otra vez la biblioteca del eReader y no hay nada que te haga decir «este sí». Cuando sucede esto, hay ocasiones en que das con un libro al que tienes muchas ganas y que había quedado relegado al olvido y te lanzas a por él, pero la mayoría de las veces escoges uno, casi al azar, y lo empiezas sin demasiado entusiasmo. Por suerte, casi siempre suele revelarse como una buena elección.
Ayer, sin embargo, se dio un caso extraño en mí.
Salí a dar una caminata, escuchando música con mis cascos, y de pronto me apeteció escuchar un audiolibro. Abrí eBiblio, escribí «fantasía» en el buscador y marqué el filtro «audiolibros». Tras desechar la primeras opciones (ya las había leído, forman parte de sagas o, directamente, no me llamaban la atención) llegué a un título que no conocía. Había oído nombrar alguna vez a la autora (al menos creía que era autora, porque su nombre eran siglas) por redes sociales, pero no tenía ni idea de qué tipo de historias escribía ni si serían para mí.
Como iba andando (a buen ritmo y por la calle repleta de gente, jardines y bolardos), no me apeteció demasiado ponerme a investigar. Así que, en un acto de fe muy poco común en mí, le di al botón «prestar» y el audiolibro se descargó en mi móvil.
Tras un primer par de minutos en los que pensé que no había sido buena idea, la narración empezó a atraparme; para cuando quise darme cuenta, ya estaba completando el recorrido de una hora. Esta vez, sin que sirva de precedente, acerté con el libro escogido sin haber leído la sinopsis.
Esta vez, y sin que sirva de precedente, la elección de un libro resultó más sencilla de lo habitual, y todo por no ceñirme a mi costumbre de leer la sinopsis.
Por cierto, el libro es La ciudad que nos unió y la autora, N. K. Jemisin (tras investigar un poco, resulta que sí había oído hablar mucho más de ella, incluso tenía apuntados varios libros suyos en mis futuribles lecturas, este incluido).
14:20 - 10 abr. 2025