La isla del tesoro
Robert Louis Stevenson

18/02/2025

Sinopsis: «Jim Hawkins regenta, junto a sus padres, la posada Almirante Benbow. Su vida discurre tranquila entre la barra y las mesas hasta que, un día, un viejo marinero entra en su fonda acarreando un pesado secreto... De la noche a la mañana el joven Jim se encuentra en la cubierta de la Hispaniola, rodeado de rudos marineros, agasajado por un misterioso cocinero cojo, ansiosos todos ellos por encontrar el codiciado tesoro del capitán Flint».

Cubierta de La isla del tesoro: sobre un fondo que parece un mapa antiguo, hay colocados una pistola de mecha, un catalejo y cuatro monedas doradas.
Cubierta de una de las muchas ediciones existentes de La isla del tesoro

Si sois asiduos a leer los contenidos que publico en De terror y fantasía, os habréis dado cuenta de que casi siempre me limito a los géneros que dan nombre a la página. Hoy, en cambio, no va a ser así. Eso sí, podéis estar tranquilos porque tampoco es que me vaya a alejar mucho.

Si dejamos de lado el terror nos queda la fantasía; la fantasía, sobre todo la más clásica, es una variante de las historias de aventuras; y La isla del tesoro es, probablemente, uno de los máximos exponentes de este género que se puedan leer.

Escrita por Robert Louis Stevenson (también es autor de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde) y publicada en 1883, esta novela de piratas nos cuenta las aventuras del joven Jim Hawkins, el veterano John Silver el Largo, del caballero Trelawney o del doctor Livesey (entre otros) en su viaje a la isla donde el infame pirata conocido como capitán Flint ocultó el botín logrado durante sus fechorías.

La historia nos es narrada en primera persona por el propio Jim Hawkins, un chico que pasa de tener una atareada pero apacible existencia en la posada de sus padres a vivir la búsqueda de un magnífico tesoro, embarcándose como grumete en La Hispaniola.

«Quince hombres sobre el cofre del muerto,

¡Ja, ja, ja!

¡Y una botella de ron!

La bebida y el diablo se encargaron del resto,

¡Ja, ja, ja!

¡Y una botella de ron!»

La isla del tesoro

Robert Louis Stevenson

Jim, además de ser protagonista y narrador, es uno de los grandes atractivos del libro. Encarna el espíritu aventurero, ese que todos llevamos dentro (sobre todo cuando somos más jóvenes) y que nos hace soñar con grandes gestas, arriesgadas andanzas o complicadas situaciones en las que nuestro valor e ingenio resultan claves para salvar las circunstancias; por desgracia, en la vida real es muy complicado dar rienda suelta a tales emociones. Esa es una de las razones por las que buscamos en la literatura, el cine o los videojuegos personajes que sí pueden cumplir esas expectativas, héroes con los que identificarnos o, cuando menos, imaginarnos estar metidos en su piel. Así que sí, Jim Hawkins es el ancla que nos hace engancharnos a esta historia, el héroe que nos gustaría ser; incluso con sus (a veces) imprudentes decisiones, esas sin las cuales la cosa habría acabado muy mal para los honrados personajes que lo acompañan.

Pero aparte de todo esto, el joven Hawkins representa el honor y crecimiento personal. Comienza la historia siendo un adolescente, poco más que un niño, y los acontecimientos acaban haciéndolo madurar, llevándolo a la adultez por un camino tan apresurado como difícil. Hubiera sido sencillo dejarse pervertir por las situaciones de peligro, por la codicia, por las soluciones fáciles y más seguras. En cambio se mantiene fiel y leal a sus compañeros, a sus creencias y a su propia filosofía de vida.

En contraste, tenemos a otro personaje, posiblemente el más recordado cuando se habla de La isla del tesoro: John Silver el Largo. Nada más presentárnoslo vemos que tiene un carisma arrollador, con su pata de palo, su loro y una labia que ya quisieran para sí muchos vendedores. Sin embargo, a medida que avanza la obra vemos que se trata de un personaje taimado y traicionero, ególatra y con una avariciosa ambición cuyo único objetivo es su propio beneficio, capaz de cambiar de bando dependiendo de por dónde sople el viento. Lo mejor es que, a pesar de todo esto, no pierde en ningún momento su encanto.

Ilustración de un mapa con varias islas en la que una tiene marcada una cruz.
No hagais caso a Indiana Jones cuando dice que una X no marca el lugar. Si veis una X bien grande en algún mapa, ahí estará enterrado el tesoro

El resto de personajes podrían considerarse meros complementos de estos dos. Sí, tienen su personalidad propia y son importantes para la trama, pero se podría haber puesto a otros totalmente diferentes y seguirían cumpliendo la misma función, siempre eclipsada por Silver y Jim.

Como buena historia de aventuras, hay que decir que es ágil y con buen ritmo, una de esas lecturas que no dan tregua y que son tan propicias para decir eso tan típico de «un capítulo más». Ya sea en tierra firme, en la cubierta del barco, en la isla o a bordo de pequeñas embarcaciones, siempre están pasando cosas. La acción, unas veces más trepidante y otras más calmada, nos lleva de un escenario a otro sin darnos la oportunidad de aburrirnos.

Eso sí, había una cosa que me daba un poco de miedo. Tratándose de una novela del siglo XIX y de temática marinera, temía que el lenguaje pudiera ser un tanto engorroso. Por suerte, nada más lejos de la realidad. A ver, sí es cierto que se utilizan palabras típicas de un vocabulario muy centrado en los barcos y en la navegación, pero están tan bien integradas que el propio contexto nos sirve de explicación. Hubo un par de veces que tiré de diccionario solo para confirmar que mi interpretación de esas palabras y expresiones era correcta.

Por otro lado, como buen clásico de la literatura, no he dejado de ver en La isla del tesoro la influencia y el legado que ha permanecido hasta nuestros días. Quizás la más directa sea las adaptaciones que se han hecho al cine o la televisión (entre ellas El planeta del tesoro, la versión de Disney que convirtió el mar en el espacio, los barcos en naves espaciales y las islas en planetas), pero la cosa va mucho más allá.

Montaje con cuatro carteles diferentes
Parte del legado de La isla del tesoro: El planeta del tesoro, Black Sails, Piratas del Caribe, la malcidión de La Perla Negra y El secreto de Monkey Island

La serie Black Sails es una precuela de la novela, contándonos la historia del capitán Flint y en la que aparecen muchos de los personajes conocidos, entre ellos John Silver o Billy Bones. La serie muestra la vida pirata desde un punto de vista sin edulcorar, salvaje, despiadada y sanguinaria. A mí me gustó mucho, así que os la recomiendo.

Claro está, si hablamos de piratas, no podemos obviar la saga cinematográfica protagonizada por Johnny Deep, Keira Knightley, Orlando Bloom o Geoffrey Rush, culpable de resucitar este género: Piratas del Caribe. Quizás las aventuras de Jack Sparrow y compañía a bordo de La Perla Negra, repletas de magia y fantasía, no tengan mucho que ver con las narradas en La isla del tesoro, mucho más realistas, pero a medida que leía encontraba una y otra vez cosas que me recordaban a momentos puntuales de las películas. Como curiosidad, os confesaré que esta reseña ha sido escrita con su banda sonora, una de mis favoritas, de fondo.

Para terminar con el legado de La isla del tesoro, no puedo dejar pasar la ocasión de mencionar el videojuego El secreto de Monkey Island y a su protagonista Guybrush Threepwood. Esta hilarante aventura gráfica tiene mucho más que ver con Piratas del Caribe que con la novela, pero el argumento tiene ciertas similitudes (encontrar el mapa de un tesoro, buscar tripulación, el motín en el barco y, por supuesto, el tesoro escondido en la isla). Eso sí, no busquéis en el libro un pollo de goma con una polea (broma dedicada a quienes disfrutaron del juego).

Y con esta broma dedicada a quienes disfrutaron del juego pongo punto final a la reseña. Ahora, decidme: ¿Qué os parecen los clásicos de aventuras? ¿Os gustan las historias de piratas? Ya sabéis que más abajo está el cajetín en el que podéis dejarme respuesta a estas preguntas o cualquier otro comentario. ¡Nos vemos!